miércoles, 8 de diciembre de 2010

Condiciones para la construcción de Valores en la Escuela

Por Irma Osnaya Sánchez
A los inicios de la década de los ochenta, la polémica acerca de la socialización en la escuela, era la principal atención sobre las funciones sociales, económicas y sobre todo ideológicas de las instituciones educativas.
Era entonces cuando prevalecía la concepción de la escuela como un aparato ideológico de la dominación y consecuente con esto el discurso acerca de la educación se dirigía a criticar el carácter reproductor de la misma, siendo el salón de clases el espacio particular dentro de un campo específico de relaciones sociales. De manera que la especificidad de lo "escolar", está tanto teñida o signada por la historia y la cultura de la sociedad a la que pertenece, como que también de una manera no lineal ni automática, la escuela resume, sintetiza y "traduce" en su propio código, el de la sociedad. El salón de clases representa así una pequeña unidad donde lo social habita estructurado de una manera particular.
Por lo que es necesario encarar el tratamiento diagnóstico y experimental de la formación en valores en la escuela, a fin de detectar los valores vigentes en la realidad cotidiana de las aulas, de identificar el o los mecanismos de formación en valores y de distinguir las posibilidades de intervención en este sentido. Lo anterior se fundamenta en la teoría de la reproducción social y cultural (Bourdieu) y en la teoría de la vida cotidiana y de los valores (Héller) y específicamente, la dimensión del objeto que atañe al proceso de socialización en tanto formación en valores que se desarrolla en el aula, articula tres perspectivas teóricas: el proceso de socialización como proceso normativo (Durkheim), el proceso de socialización como desarrollo del juicio moral (Piaget), y el proceso de socialización como trama de interacciones implícitas o invisibles (vitae oculto: Jackson, Eggleston, Apple).

Lo expuesto anteriormente, nos lleva a formular unas interrogantes:

-¿Hacia dónde orientar la educación en esta época de incertidumbre con respecto al destino del hombre?

-¿Qué tipo de hombre debe formarse, para que pueda salir con éxito de las crisis recurrentes?

-¿Con bases en qué criterios de debe actuar frente a situaciones de conflicto?

Estas eran preguntas obligadas hace algunos años y en la actualidad cobran mayor importancia cuando se habla de una crisis de valores o de una crisis de valoraciones.
El desarrollo tecnológico, la globalización de los mercados y de la cultura, la relevancia de la información y del conocimiento en los procesos productivos y sociales modifican las maneras de entender el mundo y bosquejan nuevas formas de relación entre las personas.
En la época actual cambian las pautas culturales, las percepciones sobre la familia, sobre el valor del dinero, la conciencia de lo que es relevante y lo que es accesorio, etc. Surgen nuevas pautas de acumulación económica, predomina el individualismo, se pierde el sentido de trascendencia; pero paradójicamente, también existen refuerzos renovados en la lucha por la justicia y la equidad, contra los fanatismos y a favor de un progreso científico que beneficie a la humanidad en su conjunto.
En todo esto se aprecian cambios de conductas tras los cuales existen valores que se derrumban y otros que emergen con pujanza: la conciencia ecológica, la preocupación y ocupación por los derechos humanos, la igualdad de sexos, la democratización de la información y del conocimiento, la pluralidad, la tolerancia, el respeto y la dignidad. En el eje de esta problemática está la preocupación por el ser humano y la preservación de la vida, tener una mejor calidad de vida, asegurar un desarrollo sustentable, ser mejores personas con excelencia mundial, aquí y ahora, como expresión de una nueva ciudadanía.
La formación de una nueva ciudadanía requiere actores sociales con posibilidades de autodeterminación. Se necesita, en sí desarrollar valores, actitudes y capacidades, así como habilidades generales que permitan el dominio y creación del conocimiento. En el eje de todo esto se encuentra la educación.
A la educación le atañe la formación y el bienestar de las personas y de manera explícita, busca el desarrollo integral del individuo para un ejercicio pleno de las capacidades humanas. Para conseguir este fin se necesitan sólidos cimientos sobre los cuales basar las decisiones y comportamientos, de modo que éstos correspondan con los postulados legales. Tales cimientos son los Valores y las Actitudes.
Los valores constituyen la base de las actitudes y las conductas externas; son los cimientos de una educación encaminada a lograr un desarrollo humano integral que busca formar al hombre y preparar al profesionista, pero además se necesita desarrollar y profundizar una serie de valores y actitudes que permitan a este profesionista normar un criterio sobre los problemas del mundo actual a fin de que pueda participar de manera coherente y propositiva en su solución

Así se concluye que la formación en valores es un proceso que se desarrolla en forma espontánea, no dirigida ni explícita, en el transcurso de las relaciones cotidianas, a través de la forma en que se orienta la apropiación de los conocimientos y de las normas que se establecen para regir el comportamiento escolar, y a través del tipo de interacciones personales que se establecen entre maestros y alumnos. Esto propicia que los estudiantes y profesionistas establezcan una relación con el conocimiento y con las normas de convivencia y desarrollen estructuras y formas de organización del pensamiento y de su socialidad, que favorecen o no el desarrollo de la capacidad de elección, principio básico de la formación en valores.
Así la escuela como espacio institucionalizado de la socialización desarrolla esta función respondiendo a la demanda social de capacidad y desarrollo de habilidades necesarias para el aparato productivo; a la necesidad del estado de organizar el consenso social, y a las diversas expectativas que cada sector social genera en relación con esta instancia. .
En este orden institucional la escuela tiene como función específica transmitir e inculcar; es decir, formar en determinados valores. Entonces la escuela, como institución debe transmitir un marco valorativo congruente con la legislación, en cuanto al ámbito donde se establecen cuáles son los valores considerados socialmente legítimos y con la política educativa.
Empero, los valores formulados como orientación axiológica de la escuela en cuanto institución no son los únicos vigentes, puesto que la escuela no es la única institución social de la formación en valores, las referencias axiológicas inmediatas a la práctica social cotidiana, están implícitas en la práctica escolar a través de los sujetos de la práctica escolar: docentes, alumnos, autoridades, administrativos, etc., que son participes de la sociedad en conjunto.

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